Por: Iván Antonio Jurado Cortés
En la sociedad colombiana es donde más se cumplen los refranes al pie de la letra. Que tal este: “ladrón que roba a ladrón cien años de perdón”. La verdad, esto es lo que viene sucediendo en las últimas décadas en nuestra clase política. Es inconcebible e inaudito lo que está pasando con la Dirección Nacional de Estupefacientes DNE, entidad que se ha convertido en fortín económico y político de muchos de los que se hacen llamar “doctores” de la política. Todos sabemos que la DNE es la entidad competente en confiscar los bienes de muchos antisociales que se han conseguido de manera ilícita o fraudulenta, pero siempre con el objeto de subsanarlos, convirtiéndolos en patrimonio estatal y poniéndolos al servicio de las necesidades apremiantes de esta convulsionada sociedad; sin embargo, hasta el momento para lo único que ha servido es para engendrar y en otros casos fortalecer la ambición de muchos delincuentes de cuello blanco, que a propósito son los causantes número uno de toda la violencia que nos afecta.
Y como si esto fuera poco, aquí se aplica otro refrán: “tanto va el agua al cántaro hasta que al fin se rompe”. Esto fue lo que prácticamente llevo a la denuncia por parte de una funcionaria de la DNE; demostrando que no todos los funcionarios estatales son delincuentes o por lo menos tienen una capacidad límite de aguante y reserva. Gracias a estas personas hoy sale a luz pública muchas de las anomalías que no solamente vienen sucediendo en la DNE, sino también en el DAS, AIS, Fuerzas Militares y en otro tipo de dependencias estatales. Sin olvidar resaltar la gran labor de ciertos parlamentarios que si cumplen con sus funciones encomendadas por el constituyente primario y refrendadas por la Constitución Política Nacional, donde también se han dado el trabajo de estudiar juiciosamente los procederes de muchos funcionarios malintencionados y sinvergüenzas. Ojala esto de pie, para que también el gobierno a través de las entidades competentes intervenga de manera directa contra todos los actos criminales originados por sus designados; mostrándole con argumentos y contundencia a todos los colombianos cuales son los verdaderos ampones del Estado e impartiendo justicia con condenas ejemplarizantes.
Se espera que en este caso, no se acoja la última parte del refrán: *cien años de perdón*. Por el contrario, a estos degenerados terroristas del patrimonio nacional se les debe tratar con mayor severidad, dado que son completamente consientes de sus actos y supuestamente están cumpliendo la ley, mostrándole al país los buenos propósitos de trabajo por una transformación patriótica.
No se puede comparar el actuar delincuencial de un simple ciudadano, con el mal proceder de unos supuestos doctores, que inclusive muchos de ellos vienen de una destacada formación académica inclinada a producir iniciativas en pro del desarrollo humano, social, económico, cultural, y lo más importante deben ser el ejemplo de superación, al mismo tiempo convertirse en el anhelo de un eficaz cambio.
Finalmente termino haciendo alusión a otro refrán, aunque es algo relativo: “el que no llora no mama”. Se espera que los que lloran por necesidad, como son la mayoría de colombianos desamparados y olvidados sean atendidos, más no a los niños bonitos que están llorando y van a llorar cuando se les quite la teta del erario público. A estos bebes se les debe castigar violando los derechos de los infantes, o sea, dándoles “perrero a nalga limpia”, que en lo posible queden marcadas para siempre. A demás enviarlos a un reformatorio apto para este propósito.
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