Por Iván Antonio Jurado Cortés
Más que un sentimiento espiritual o
religioso, es una vana costumbre de aprovechar los días sagrados del
cristianismo para realizar actividades distintas a la vocación mística. Lo
irónico es que los mismos católicos son quienes imponen el desorden,
contribuyendo directamente al deterioro de la fe, esa que utilizan en otros
escenarios para mostrar lo que no son.
Ha llegado la ‘semana mayor’, época de
reflexión, reconciliación y enmienda, tres palabras comunes en la boca de
millones de feligreses que se preparan todo el año para descargar sus pecados
en estos siete días. El arrepentimiento y perdón es una exigencia de la iglesia
para que su pueblo se encamine por el sendero correcto. Lastimosamente, son los
adscritos a esta congregación los que por estas fechas pervierten el
pensamiento de los pocos que aún quedan entorno a una devoción.
Pero en algo si coinciden todos los
católicos, y es en que la semana santa es una ‘semana de pasión’. Es tan corto
el tiempo que emana esta tradicionalidad cristiana, que definitivamente toda
acción desarrollada se hace en medio de la celeridad, o sea, con inmensa
pasión. Igualmente sucede con los concurrentes a los templos y otros lugares de
oración. Todo colombiano vive estos días con mucha pasión.
En el fondo, los gastos de ocio son tan
similares y a veces mayores, que los ocasionados en diciembre, por la sencilla
razón que en este último mes del año las fechas especiales son más de entorno
familiar que de paseos. Por esta época el escenario es perfecto para ejecutar
hasta las pasiones más desenfrenadas que circulen en la mente del ser humano.
Hoteles, casas fincas, playas y en mínima proporción los templos, son los que
finalmente guían al turista o peregrino a ejercer su función farisea en tiempo
santo.
Sin ninguna duda ha podido más el
sistema neoliberal del país que la cultura religiosa cimentada desde siglos
atrás. Las promociones turísticas y vacacionales para esta ocasión están a la
vuelta de la esquina. Precios para todos los alcances se enmarcan en cada
espacio popular. Y no se puede asegurar que muchos de los que no viajan son
porque la fe los conlleva a darse golpes de pecho en las capillas más cercanas,
sino porque esta vez no contaron con el presupuesto para salir de tour, y no
les queda sino resignarse a pelar rodilla.
Obviamente miles de feligreses
disfrutan de estas festividades eclesiásticas, la mayoría demuestran su
recogimiento espiritual, participando de las distintas programaciones propias
de los días santos. Y como para complementar el plato fuerte del disfrute, una
jornada futbolera, ha capturado millones de miradas en todos los niveles de la
sociedad.
Como buenos hijos del ‘Corazón de
Jesús’, no es ningún obstáculo conseguir dinero; nuestras mentes para este
menester son tan creativas que ni la más pequeña mascota esta ajena al riesgo
de que en cualquier momento se empeñe por lograr el ‘billetico’, lo importante
es viajar y disfrutar al máximo. Con demasiada razón en días pasados nos
tildaron como los más ‘felices del mundo’. Nuestro folclorismo es tan
absorbente, que no mide las consecuencias después de la calentura; siempre creemos
que el redentor vendrá a salvarnos.
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