Por
Iván Antonio Jurado Cortés
Para nadie es un secreto que una de
las más importantes etapas que ha tenido la historia de la humanidad ha sido la
aparición del cristianismo con la figura de Jesús de Nazaret. Según datos
históricos y ratificados por la avanzada ciencia se ha confirmado que desde
antes de su nacimiento, ya se contemplaba la llegada de un libertador; de una
persona que tome las riendas y trate de hacer justicia a tanto sometimiento y
abuso por parte de los imperios de aquel tiempo. Esto no significa que antes no
se había dado la lucha en busca de una libertad para los pueblos oprimidos y
vulnerables. Por el contrario, desde muchísimos años atrás se había emprendido
actos en pro de una libertad e independencia; sin embargo todos los intentos
fueron fallidos, y finalmente pasaron desapercibidos.
Jesús, hijo de una humilde familia galilea y el mayor de cinco hermanos, desde sus primeros años de vida exhibió cualidades intelectuales que lo convertían en un niño especial ante su familia y la sociedad de su entorno. A pesar de no contar con el apoyo ni los recursos necesarios para llevar una vida de comodidades, este judío siempre se las ingenio para aprender a leer y estructurarse académicamente durante toda su existencia. Del mismo modo siempre fue testigo, viviendo en carne propia el maltrato y las constantes humillaciones que el pueblo arameo afrontaba por parte del imperio romano; que prácticamente eran los “dueños y amos” de toda la región del medio oriente y Europa mediterránea.
A pesar de ser una época de
esclavitud, no fue obstáculo para que algunos líderes judíos ocuparan espacios
y cargos públicos, sirviendo al emperador y al rey; convirtiéndose en verdugos
de su propio pueblo. De este grupo hacían parte los sumos sacerdotes, letrados
y escribas; destacándose algunos por sus actividades políticas como el caso del
Pontífice Caifás.
No cabe duda que Jesús nació en una
época donde los pueblos hebreos padecían las arbitrariedades más infames por
parte de los invasores europeos; argumento suficiente para dar pie a la
conformación de grupos revolucionarios con la única consigna de salvaguardar los
derechos de su pueblo; estos eran conocidos como los Celotes. Estas estructuras
militarmente dotadas, y que operaban alrededor de las zonas urbanas, realizaban
sus ataques sorpresivos a todo romano que se encontrara agrediendo a un judío,
pero siempre evitando confrontaciones con los ejércitos oficiales.
Este fue uno de los motivos por el
cual muchos de los combatientes israelíes no compartieran con el “hijo del
carpintero” la forma de liberar a sus semejantes. Mientras los guerreros
miraban a través de las armas la solución a la opresión; Jesús, con su nobleza,
inteligencia, filosofía y sin la utilización de armas en poco tiempo logró la
admiración y apoyo de una gran masa de seguidores, hasta tal punto de causar
malestar dentro de los dirigentes de su raza.
A Jesús lo condenaron a muerte por el
egoísmo y la exigencia de las mismas autoridades hebreas. Ellos siempre miraron
al “Nazareno” como una amenaza a sus intereses políticos.
No cabe duda que Jesús ha sido el
revolucionario más estratégico que ha tenido la humanidad. Era un verdadero
político, ufanado de su ascendencia y enfocado en una verdadera causa social; siempre
velando por la equidad y los derechos de sus coterráneos. Su gran arma y defensa
fue el don de la palabra.
La muerte de Jesús significo un
triunfo para sus seguidores, porque a partir de ese instante se ha convertido
en el protagonista espiritual y de la fe de millones de personas en el mundo
entero. Finalizo resaltando al hombre, a la palabra de convencimiento y al
ejemplo de cómo hacer revolución social.
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