lunes, 31 de marzo de 2014

UN BURRO HABLANDO DE OREJAS

Por Iván Antonio Jurado Cortés

En Colombia se ha convertido estribillo hablar de las dictaduras o autoritarismo de países vecinos como Venezuela o Cuba, donde, según los medios de comunicación al servicio del capital privado, en esos lugares no existe libertades democráticas, solo impera regímenes dictatoriales encaminados a esclavizar a sus ciudadanos; prácticamente convertirlos en ‘mendigos de la tiranía’. Hecho que en la realidad no tiene soporte  esta versión muy bien trabajada por los fascistas.

Aunque la Constitución Nacional aparentemente es una de las más democráticas del mundo, aduciendo que su estructura se asemeja a la de Estados Unidos de Norteamérica, no deja de ser de mucho cuidado por su manto irónico, ya que la flexibilidad jurídica y social ha permitido la afectación directa a millones de nacionales que inocentemente expresan culpabilidad a otros menesteres.

En Colombia está claro que existen dos grupos sociopolíticos bien definidos, no por el sentido ideológico sino por el simple interés monetario y acomodo del capital.

Por un lado los acaudalados y frondosos empresarios del país defienden y lo harán siempre por su interés particular del dinero y poder, y por el otro, el que siempre ha permanecido atento a disfrutar la sumisión social y política, y que, con su propia complicidad inducida se convierte en verdugo de su dignidad y libertad.

Desde la última constitución de 1991, son cientos los ajustes que permanentemente se le ha hecho a  esta carta magna, destruyendo sutilmente la esencia de la democracia y permitiendo estratégicamente que este documento se convierta en aliado indiscutible de la oligarquía criolla con la venia de la inversión extranjera.

En este orden se destacan reformas a la educación, sector agrario y salud, entre otros. Pero como la parsimonia política es nuestro folclore rutinario, a alguien se le ocurrió que en cuatro años no podía mostrar resultados, entonces, no hubo más remedio que darle otro retoque erótico a la señora Ley.

Aquí empieza la historia que mañana será considerada como el peor acto terrorista contra la democracia nacional; el abuso de poder y la omnipotente mano negra que contrarresto cualquier intento de liberación popular.  

Prácticamente desde 1990 es cuando sale a la luz pública frases tan conmovedoras y ‘célebres’ como: “Apertura Económica”, “Plan Colombia”, “Seguridad Democrática” y ahora “Prosperidad Para Todos”; coloquiales lemas que permearon la sensibilidad de millones de corazones sentimentales del pueblo colombiano y sin mediar razón transmitieron dichas sensaciones hasta el espacio cerebral para concluir en actitudes movidas por el impulso y fanatismo, producto de ilusiones ópticas que solo benefician como casi siempre a pícaros, embusteros, elitistas y capitalistas salvajes, que guiados por sendas estadísticas montadas sobre andamios irreales son convencidos de hacer esfuerzo por salvaguardar el bienestar de la mayoría poblacional.

Y como la ambición diabólica es la característica innata de la élite neoliberal, necesariamente a su paso por consolidar el enquistado poder de dominio social, mezquinamente tiene que arrebatar derechos y libertades en pro de concretar su objetivo. Caso particular el golpe de estado propiciado al alcalde Mayor de Bogotá, Gustavo Petro Urrego, elegido por más de 700 mil ciudadanos.

Este acto antidemocrático es producto del complot neoliberal orquestado por actores determinantes de la institucionalidad estatal. El caso del mandatario capitalino deja en evidencia ante el mundo civilizado, la inequidad y parcialidad de los entes de control, justicia y gobierno central.

Cada que la circunstancia lo exige, medios informativos lacayos de la soberbia oligarca del país del ‘Corazón de Jesús’, se postran ante el jefe de la mermelada, para transmitir el patético mensaje: ‘ha ganado la democracia’; ¿Cuál democracia? El programa de ‘Bogotá Humana’, no fue una imposición, es el resultado consultivo de una necesidad popular, que a ‘sombrerazos’ fue despojada su esencia y nuevamente impuesto el interés del estrato seis.

No se puede ocultar estos desatinos jurídico-legales que cada vez son mayormente abruptos ante la inerme mirada de millones de compatriotas, que observa como el enfermizo poder de la ultraderecha esclavizadora, prosigue en su propósito de salvaguardar sus intereses y descrestar a quienes se cruzan en el camino.


Se cumple al pie de la letra el famoso refrán ‘un burro hablando de orejas’, actitud ridícula cuando se expone a los cuatro vientos que en países vecinos se atropella la democracia, mientras que el nuestro es un paraíso. Según los últimos reportes de ONGs expertas en el tema, concluyen que la nación donde más se viola los derechos humanos en Latinoamérica es Colombia.

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