Por Iván Antonio Jurado Cortés
Desde cualquier punto de vista el poder es una
palabra compleja, que siempre conlleva al control y dominio de las cosas. Desde
la aparición del primer ser vivo se nota perfectamente que para superar las
diferentes etapas y proyectar supervivencia a través del tiempo se hace
necesario tener poder. Ningún ser viviente puede escapar al poder para
sobrevivir. Para estas circunstancias de la vida se hace necesario gozar
claramente de un poder.
Un ser viviente que no
tenga poder, no podrá sobrevivir en ningún medio ni ante cualquier adversidad
que la vida le plantee. Los animales a excepto del hombre, siempre han gozado
de un natural poder para pervivir en el tiempo y en el espacio. Por eso una de
los mecanismos perfectamente diseñados para demostrarle a sus semejantes que se
goza de un poder, es la defensa de la integridad. Nunca nos extrañemos cuando
un animal nos ataque; ellos siempre estarán dispuestos a poder defenderse.
No solo el poder
material ha diferenciado al hombre del resto de los animales, existe el poder
perverso que también ha hecho daño a la humanidad. He aquí la diferencia
abismal con el resto de animales, ya que estos a excepción del humano, nunca
han actúan mal intencionadamente; ellos simplemente se defienden y protegen a
los suyos, y se lo entiende como una respuesta lógica y natural para preservar
la especie.
Cuando el hombre, además
del poder natural que posee, insiste en buscar otros tipos de poder que lo
conlleve a posar por encima de los demás, sin reparo de ninguna naturaleza;
haciendo uso de la fuerza, de actos indiscriminados y de principios mal
intencionados; en ese momento esa ansia de poder, se convierte en una
enceguecida obsesión.
En algún pasaje de la
historia humana, se llegó a considerar que el poder de la ambición hacia parte de la genética. Ahora se dice que
es una de las discusiones más absurdas que se hayan escuchado. La política ha
sido una de las actividades que mas ligadas ha estado al poder. Obviamente cabe
expresar que la planificación es necesaria y trascendental para la convivencia
y el desarrollo de los pueblos; lastimosamente, esto ha servido de trampolín a
muchos contagiados de poder obsesivo y ambicioso para inminiscuirse y sacar
tajada de estos espacios lógicos del ser humano.
El instrumento más
eficaz utilizado en pro del poder ha sido el dinero o todo lo que represente a
este objeto. Nadie hasta el momento ha descubierto con certeza cuál fue el
primer hombre “malo” o con poder mal intencionado y perverso que existió; sin
embargo este fue el causante para desencadenar una serie de choques y
persecuciones patentadas con la frase “hay que defendernos”, y para esto se
necesita de un poder de organización, planificación y respuesta.
De todas maneras la
historia de la humanidad nos ha enseñado que necesitamos de poder, todo con la
misión de sobresalir siempre en beneficio propio y colectivo. Necesariamente
cualquier ser vivo debe hacer uso del poder, con la sana convicción de
desarrollarse en un medio de interrelación directa con el espacio que le rodea.
La política, que en
otras palabras es simplemente la planificación de cómo realizar las cosas, de
tal manera que vaya en beneficio propio y colectivo; obligatoriamente siempre
se ha apoyado en el poder. Lastimosamente el poder de la política lleva a dos
connotaciones: la primera, que es la de planificar y dirigir con principios de
tolerancia, comprensión, equidad, participación e inclusión de todos los
interesados; esta, en resumen es la buena política.
La segunda connotación reviste
a la política de un poder maligno, con el claro propósito de utilizar todo lo
que esté a su alcance, con la finalidad de causar debilidad permanente y por
ende sometimiento progresivo a sus semejantes. Particularmente esta actitud ha
sido una causante engendrada en el cerebro de ciertos humanos, para reflejarla
y proyectarla en una mayoría vulnerable y ansiosa de sobrevivir, sin medir las
consecuencias y las secuelas que dejarían al paso con estos soberbios
procedimientos. Es el poder de la destrucción.
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