lunes, 10 de marzo de 2014

‘PROMISCUIDAD’ ELECTORAL

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Según la Real Academia Española, la ideología se define como una doctrina filosófica centrada en el estudio del origen de las ideas. Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc. Con cualquiera de las interpretaciones de los anteriores conceptos, se concluye que la ideología es una posición definida sobre un asunto, donde sus características son diáfanas. En el tema político, la posición ideológica marca el sendero, la visión y misión.

La política siempre ha existido, hace parte fundamental de la humanidad, siendo el instinto de identificación y planificación del ser humano. Los pueblos han evolucionado conforme a la efectividad de la política individual o colectiva. En este orden, hoy los países del planeta han conformado sus propias medidas para gobernar desde diferentes regímenes, siempre identificados por una línea ideológica, que les permite tener control de los sucesos político-administrativos de cada región.

Colombia y otros países de Latinoamérica se parecen en sus estructuras constitucionales, en el sentido de la permanente vulnerabilidad por cambios o ajustes, la mayoría de acuerdo a conveniencias de turno; hecho que permite la debilidad institucional y de paso incredibilidad ciudadana. No es extraño escuchar a diario, reformas, decretos y todo tipo de normatividad sobre una ley, muchas redundancias de la redundancia. Igual pasa con la normatividad de los partidos políticos, siendo esta la más `folclórica’ por sus controversiales contenidos.

Prácticamente se ha perdido la ideología político-electoral, convirtiéndose en un mercado persa al momento de tomar determinaciones en cuanto al proselitismo se refiere. Cada vez el descaro y afán por permanecer o lograr una curul legislativa, administrativa o ejecutiva se hace más evidente, hasta el punto de perder el sentido de la dignidad. Por esta época se observa una completa ‘promiscuidad’ ideológica, demostrando superficialidad y contrariedad en los argumentos utilizados como símbolo de campaña.

Se entiende que la identificación política de cada partido o agrupación son sus principios ideológicos, visión, misión y marco estatutario, y quienes hagan parte de cada colectividad obligatoriamente deben ajustarse al régimen partidista. Sin embargo, nada de estos lineamientos se toman en cuenta al momento de sobreponer una aspiración electoral, incluso, ni con la creación de la Ley 974 de 2005, más conocida como la ‘Ley de Bancadas’ que también introdujo transformaciones estructurales en el sistema de partidos.

La ‘Ley de Bancadas’ establece que los miembros de las corporaciones públicas elegidos por un mismo partido o movimiento político deben actuar en bancada, esto es de forma coordinada y en conjunto. Las bancadas deben votar en bloque los proyectos de acto legislativo, de ley, de ordenanza o de acuerdo que sean debatidos al interior de las corporaciones públicas. Pero para la creatividad colombiana nada de estos preceptivos ha servido para detener las ambiciones de poder político-económico de la mayoría de constituidos.


Cada vez la lucha por mantenerse o llegar a los escaños o cargos públicos pierde el horizonte altruista, puede más el afán descomunal del posible elegido por lograr su objetivo que la lealtad popular. Y es que la ‘promiscuidad’ electoral no solo se presenta en los candidatos sino en gran parte del constituyente primario, convirtiéndose en pieza fundamental y cómplice de la mafia electoral. Hoy, no es raro mirar afiches de distintos partidos o movimientos políticos en un mismo lugar; prácticamente es una miscelánea de colores y seudo-principios, demostrando un desatino ideológico y una revoltura de pensamiento que solo se interpreta como una vulgar ‘promiscuidad’ electoral propia de una sociedad sin formación política.

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