lunes, 25 de noviembre de 2013

OPORTUNISTAS Y FARISEOS

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Desafortunadamente aún muchos colombianos no han entendido la importancia de concebir una sociedad en paz, por lo menos a nivel institucional como se pretende con el proceso de paz que se adelanta en la ciudad de la Habana, Cuba, con el grupo subversivo más antiguo del país y del continente. Obviamente que cada connacional es libre de pensar y tener su propio concepto al respecto de esta propuesta; sin embargo, no se acepta bajo ningún punto de vista que dirigentes políticos y líderes sociales obstaculicen esta iniciativa nacida de la necesidad nacional.

Algunos argumentos de la oposición a la paz merecen todo respeto, más cuando  surgen de las víctimas del conflicto o afines vinculados directamente a esta cruenta guerra civil que Colombia afronta hace más de 55 años, solo que en esta oportunidad, que puede ser única, sería el espacio ideal para finiquitar desde todo ángulo los productos nefastos del degradante conflicto social. Creo que nadie está en condiciones de continuar en el eminente riesgo de convertirse en la próxima víctima de esta fratricida guerra. El sueño de esta nación siempre ha sido convivir en paz o por lo menos tratar de hacerlo.

Pero igual, no faltan los oportunistas que no dan ‘puntada sin dedal’, siendo más dañinos que el propio conflicto, y aprovechándose de la época electoral, tratan por todos los medios de sobreponerse al real sentir de la ciudadanía que por varias décadas ha anhelado una tranquilidad y desarrollo social, siempre pensando que el futuro de sus descendientes sea cada vez mejor.

Congresistas y funcionarios de todas las esferas opinan permanentemente acerca del álgido tema tratado en Cuba, la mayoría actuando desde su propia conveniencia. Sus discursos proselitistas son maquillados con la esperanza de millones de compatriotas que sueñan por un mejor vivir.

Por otro lado, ‘personajes’ encaminados a lograr la primera magistratura del Estado y opositores al actual gobierno, alimentan sus baterías demagógicas, proyectándolas hacia la masa popular convencidos que el proceso de paz es una farsa y no se justifica perder tiempo y recursos en este intento, por el contrario, para lograr el propósito nacional el camino inequívoco son las acciones bélicas. Lamentable y absurda posición, debido que ningún gobierno ni estrategia política han podido derrotar y hacer deponer las armas a esta agrupación armada.

Pero las cosas no paran con estas actitudes indignantes, soberbias y egoístas; desde la presidencia de la República se teje meticulosamente una reelección utilizando como caballito de batalla la continuidad de los diálogos en la Habana. Lastimosamente en este ‘folclorismo’ electoral, casi todos los políticos intentan sacar tajada de esta situación que para el resto de la población es de inmenso significado. Esta es nuestra realidad, oportunistas y fariseos apostando su ego con el futuro de la patria.

Entendiendo que los mayores intereses políticos y de poder provienen de la derecha y ultraderecha colombiana, es obvio que la estructura temática de los diálogos de paz en nada complazca o favorezca los diseños conservadores y burgueses- pero en el momento vale más la hipocresía que perder la curul de los millones.


Con el segundo punto acordado sobre la participación política de las Farc, se crea otra cortina de humo manifestado al pueblo la simplesa del asunto, sabiendo que este acuerdo implica un rotundo cambio en la administración institucional y en sí, generaría la participación democrática de minorías y abandonadas poblaciones. La participación política y garantías de la oposición son temas que apuntan a una verdadera descentralización del Estado, pero causa alergia en funcionarios y políticos que hoy dicen simpatizar con la añorada paz. En el fondo se sienten víctimas de su actitud farisea y mezquina.

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