Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Hoy
más que nunca se le puede decir al resto del mundo, que Colombia es el país más
‘folclórico’ que existe, basta con darse cuenta el actuar de sus habitantes de
todas las esferas sociales, siendo relucientes y memorables las acciones
protagonizadas por los políticos y gobernantes.
Esta
vez con nuestro presidente de la República, quien en una actitud desesperada o cínica aun está por comprobarse, expresa a los cuatro vientos frases tan
provocativas como: "el tal paro nacional agrario no existe",
conllevando con esto al enardecimiento de las multitudes que en los últimos días
ha permanecido volcada en las calles.
Volviendo a la frase inicial, que ha propósito ha sido la más
controvertida poniendo en jaque a todo su gabinete, incluyéndose él como el
principal cuestionado, solo da entender la continua improvisación gubernamental,
que a medida que la clase campesina y productora del país arremete por todos
los medios para lograr por lo menos ser escuchada, el jefe de Estado y
Gobierno, se escabulle y emite gestos y acciones propias de un desorientado
aprendiz, que piensa que tiene todo el tiempo del mundo para dar resolución a
problemas que con justa razón millones de labriegos exigen.
Hoy, el pueblo esta rebotado y con argumentos sólidos, que no
ameritan discusión, sino solución de inmediato. El mismo gobierno lo reconoce y
utiliza como excusa para salir del apuro: “es un paro de hace 50 años, por lo
tanto los problemas son de fondo”. Claro que son estructurales, pero no es por
el tiempo, sino por el esquema político y gubernamental, donde el sector
agrario es la cenicienta de la inversión pública, que solo ha dado para
sobrevivir, más no para vivir decentemente como debiera ser lógico.
Mientras no se generen políticas serias, encausadas a
solucionar la problemática que hoy azota no solo al gremio productivo sino a varias
facetas de la economía, el conflicto continuará, incluso, en adelante ni los
acercamientos o acuerdos serán oportunos, ya que nadie creerá en este tipo de
actos, acrecentando el problema y transformándolo en insultos a la opinión, así
como lo acaecido la pasada semana: "el tal paro nacional agrario no
existe". Con lo anterior me hace recordar expresiones del comediante
mexicano ‘Chespirito’: ‘se me chispoteo’, o la otra, ‘fue sin querer
queriendo’.
Se dice que como estrategia para tener control del desorden
social de estos diecisiete días, el gobierno de Santos Calderón, ha incidido en
el fraccionamiento de las protestas, con el propósito de manejar y aplicar
‘pañitos de agua tibia’; solo que esta división se le salió de las manos
convirtiéndose en un grave problema, debido que los departamentos afectados,
hoy todos tienen sus propias peticiones, obligando al ejecutivo y gabinete
ministerial dar la cara y concretar acuerdos regionales o locales.
Desde la mesa de negociación en Tunja, se ha dado la orden de
levantar los bloqueos, siendo una exigencia que solo en algunas zonas de Boyacá
se ha acogido. Entre tanto, sigue en paro indefinido Putumayo, Cauca, Caquetá,
Huila, entre otros departamentos del país. Lo de Nariño, hace unas horas se
llegó a acuerdos para normalizar actividades, especialmente con comunidades
indígenas, más no está claro con el sector campesino.
Estos acercamientos y concreciones por separado, no solo es
un problema de manejo para el equipo negociador del gobierno central, sino que
se convierte en una bomba de tiempo, por la serie de compromisos específicos
que serán medidos y seguidos con lupa por la comunidad y gobernantes regionales
y locales, que de no cumplirse, en cualquier momento reventara y el colapso
será total. La nación colombiana no tolera otra chispoteadera más.
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