lunes, 22 de julio de 2013

‘FIEBRE ELECTORAL’

Por: Iván Antonio Jurado Cortés

Como ya es costumbre en nuestra querida Colombia, por estos días empieza el agite electoral con miras a la escogencia del ‘nuevo’ Congreso de la República, quien regirá por cuatro años más el destino político a partir del 20 de julio del año 2014.

Aunque en el Acto Administrativo 01 más conocido como la famosa ‘Reforma Política’ del año 2009, se plasmaron ajustes en su mayoría proyectados a la ‘modernización’ y fortalecimiento de los partidos tradicionales y debilitamiento de los insipientes y minoritarios, no se referenció el más importante, y que le pudo haber dado un cambio trascendental a la política nacional.

Si bien la reforma modifica una serie de artículos de la Constitución Política referentes a temas como el establecimiento de sanciones a congresistas vinculados con grupos al margen de la ley, y a partidos y movimientos políticos que avalen campañas de candidatos con estas características, la financiación de campañas políticas, el voto nominal o público, las coaliciones interpartidistas, el cambio de partido, el umbral electoral para obtener personería jurídica, las suplencias o reemplazos parlamentarios, las funciones del Consejo Nacional Electoral, la doble militancia y el voto en blanco, no se consideró la reelección de los parlamentarios, que ha sido el gran problema para la ciudadanía nacional.

Para todos es sabido, que de los cuatro años de periodo legislativo, dos se inclinan a alimentar las maquinarias politiqueras que son las encargadas de planificar la reelección de estos ‘dignos’ padres de la patria. Obviamente que es una verdadera utopía pensar que dentro de la Reforma Política iban a tocar este tema, ya que casi a nadie le conviene, o por lo menos los que piensan que este acto democrático es un negocio para enriquecerse y apoderarse del control de la dignidad de millones de compatriotas a través de la mafia institucional.

Como dice el refrán: “Es la hora para que los ‘lagartos’ empiecen a estirarse y marcar territorio”; cada ‘cacique’ desde su tribu se impulsa en pro de retomar a sus ‘indios’, redireccionándolos y poniéndolos a marchar al son de la música de su agrado. Lastimosamente que esta reforma no ajustó lo que tanto daño le ha hecho al país, incluso más que cualquier otro acto violento y es corregir las mafias instauradas entre partidos o movimientos políticos y las instituciones estatales y privadas.

Tanto representantes a la cámara como senadores, todos, en sus regiones se codean palmo a palmo cada uno de los rifados votos que por esta época se vuelven trascendentales a los intereses de nuestros amigos legisladores; vuelven las promesas, los saludos efusivos, las palmaditas y el reconocimiento de los problemas y sus soluciones definitivas. A su turno, las comunidades también se contagian de ese impulso electorero hasta el punto de empezar a engendrar controversias y discordias que desde hace tres años habían quedado superadas.

En nuestro país, existen diferentes temporadas electorales, unas más provechosas que otras; siendo las más importantes e impactantes las elecciones locales y regionales, ya que el interés se vuelve específico y cobija hasta el mínimo rincón de la patria. Son en estas fechas cuando aparecen los salvadores, la mayoría con su mochila llena de ‘platica’ y una agenda repleta de números telefónicos lista para conectarse con los amnésicos constituyentes primarios, por lo general los mismos de siempre.

Es verdad que una cosa es hablar y practicar la política con el estómago lleno, y otra muy diferente hacerla con los intestinos vacios, inflados de ventosidades y atrofiados por una crónica gastritis como consecuencia de la fuerte hambruna; sin embargo, esto no es justificación para dejar que lo más preciado que un ser humano posee, la dignidad, sea permeada por sendas propuestas, adornadas y maquilladas con los mejores dotes de convencimiento.

Mientras la mafia electorera continúe dengueándose por todo el país sin que ninguna entidad o autoridad contrarreste estas artimañas, jamás se corregirían estas anomalías, que más bien parecen propias de la cultura colombiana.


La reforma política perdió su esencia al no evitar la reelección parlamentaria, o por lo menos solo admitirla una vez. Hoy el fisco nacional tiene que suplir millonarias mesadas pensionales originada por jubilaciones onerosas de cientos de congresistas que irresponsablemente acreditaron ser “honorables parlamentarios”… pero tranquilos, solo es una ‘fiebre electoral’, mañana todo retornará a la normalidad: pobres con pobres, ricos con ricos, y el negocio continúa…

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