Por:
Iván Antonio Jurado Cortés
Como
ya es costumbre en nuestra querida Colombia, por estos días empieza el agite
electoral con miras a la escogencia del ‘nuevo’ Congreso de la República, quien
regirá por cuatro años más el destino político a partir del 20 de julio del año
2014.
Aunque
en el Acto Administrativo 01 más conocido como la famosa ‘Reforma Política’ del
año 2009, se plasmaron ajustes en su mayoría proyectados a la ‘modernización’ y
fortalecimiento de los partidos tradicionales y debilitamiento de los
insipientes y minoritarios, no se referenció el más importante, y que le pudo
haber dado un cambio trascendental a la política nacional.
Para todos es sabido, que de los
cuatro años de periodo legislativo, dos se inclinan a alimentar las maquinarias
politiqueras que son las encargadas de planificar la reelección de estos
‘dignos’ padres de la patria. Obviamente que es una verdadera utopía pensar que
dentro de la Reforma Política iban a tocar este tema, ya que casi a nadie le
conviene, o por lo menos los que piensan que este acto democrático es un
negocio para enriquecerse y apoderarse del control de la dignidad de millones
de compatriotas a través de la mafia institucional.
Como dice el refrán: “Es la hora para
que los ‘lagartos’ empiecen a estirarse y marcar territorio”; cada ‘cacique’
desde su tribu se impulsa en pro de retomar a sus ‘indios’, redireccionándolos
y poniéndolos a marchar al son de la música de su agrado. Lastimosamente que
esta reforma no ajustó lo que tanto daño le ha hecho al país, incluso más que
cualquier otro acto violento y es corregir las mafias instauradas entre partidos
o movimientos políticos y las instituciones estatales y privadas.
Tanto representantes a la cámara como
senadores, todos, en sus regiones se codean palmo a palmo cada uno de los
rifados votos que por esta época se vuelven trascendentales a los intereses de
nuestros amigos legisladores; vuelven las promesas, los saludos efusivos, las
palmaditas y el reconocimiento de los problemas y sus soluciones definitivas. A
su turno, las comunidades también se contagian de ese impulso electorero hasta
el punto de empezar a engendrar controversias y discordias que desde hace tres
años habían quedado superadas.
En
nuestro país, existen diferentes temporadas electorales, unas más provechosas
que otras; siendo las más importantes e impactantes las elecciones locales y
regionales, ya que el interés se vuelve específico y cobija hasta el mínimo
rincón de la patria. Son en estas fechas cuando aparecen los salvadores, la
mayoría con su mochila llena de ‘platica’ y una agenda repleta de números
telefónicos lista para conectarse con los amnésicos constituyentes primarios,
por lo general los mismos de siempre.
Es verdad que
una cosa es hablar y practicar la política con el estómago lleno, y otra muy
diferente hacerla con los intestinos vacios, inflados de ventosidades y
atrofiados por una crónica gastritis como consecuencia de la fuerte hambruna;
sin embargo, esto no es justificación para dejar que lo más preciado que un ser
humano posee, la dignidad, sea permeada por sendas propuestas, adornadas y
maquilladas con los mejores dotes de convencimiento.
Mientras la
mafia electorera continúe dengueándose por todo el país sin que ninguna entidad
o autoridad contrarreste estas artimañas, jamás se corregirían estas anomalías,
que más bien parecen propias de la cultura colombiana.
La reforma
política perdió su esencia al no evitar la reelección parlamentaria, o por lo
menos solo admitirla una vez. Hoy el fisco nacional tiene que suplir
millonarias mesadas pensionales originada por jubilaciones onerosas de cientos
de congresistas que irresponsablemente acreditaron ser “honorables
parlamentarios”… pero tranquilos, solo es una ‘fiebre electoral’, mañana todo
retornará a la normalidad: pobres con pobres, ricos con ricos, y el negocio
continúa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario