Por: Iván Antonio
Jurado Cortés
Aunque
el presidente Juan Manuel Santos anticipadamente expresó que el paro de los
cafeteros no es justo ni viable, y está
patrocinado por políticos, politiqueros y sinvergüenzas que no pierden la oportunidad para ‘quemar
prensa’ y hacer alarde de estar comprometidos con la problemática popular, esta
voz de protesta de los productores de café es una realidad y viene estructurada
por una profunda crisis que desde tiempo atrás golpea drásticamente el estado
financiero de este importante sector de la economía campesina.
Ahora
ya no solo es el gremio panelero el que tenga que afrontar una endémica crisis,
hoy son los cafeteros y cacaoteros, mañana serán los lecheros, arroceros, en
fin, la mayoría de las líneas agropecuarias que para el gobierno nacional
parece ser no significantes. Desafortunadamente, lo único que importa a la economía
nacional son las grandes explotaciones y exportaciones de fuentes energéticas,
mineras y ambientales. Hoy la explotación de metales preciosos como oro,
esmeraldas y otro tipo de minerales son el objetivo de este sistema capitalista,
que no le importa cercenar una cultura, el ambiente y los pueblos.
El
30% de la población colombiana aún vive en las zonas rurales de la patria,
siendo la única esperanza de producción campesina; con su sabio entender y
experiencia a diario ponen en los diferentes centros de abasto del país lo básico
para la canasta familiar. Frutas, verduras, tubérculos, cereales, lácteos,
cárnicos y toda una gama de productos naturales son los que desde las
diferentes regiones apalancan y nutren a los citadinos sin importar el estrato
social o condición económica, solo cumplen con la función de aportar energía,
proteínas, vitaminas y azucares, vitales para el normal desarrollo de la
humanidad. Solo que este esfuerzo en Colombia no es valorado, por el contrario
este sistema neoliberal quiere exterminarlo.
Solo
el cultivo de la caña panelera genera al año millones de jornales, que a
diferencia del café, estos trabajos son permanentes, debido a las
características del cultivo. Hoy los campesinos productores de café, el
producto insignia del país del ‘Corazón de Jesús’ ante el mundo, también entran
al ‘club de los quebrados’, ni siquiera importa las oficinas en Londres, New
York o Tokio, mucho menos las bondades que por muchos años han tenido de parte
de los gobiernos de turno, que comparados con otros sectores, siempre
demostraron estabilidad económica… nada pudo contener la debacle cafetera,
reduciéndose al título de una canción salsera “todo se derrumbó”…
Los
pañitos de ‘agua tibia’ que por años gobiernos neoliberales han aplicado a la
producción agropecuaria, hoy se enfriaron, y digo que se enfriaron, porque al
fin el renglón agrícola número uno a nivel internacional como es el ‘Café de
Colombia’ ha entrado en aguda crisis, hasta el punto de motivar a todo el
gremio y otros adyacentes para tirarse a la calle a protestar, sensibilizar,
concientizar y exigir al gobierno central una solución inmediata a esta gran
problemática, que no solo es la de ellos, sino el rechazo al abandono de todos
los sectores de la producción nacional.
Los
tratados de libre comercio aprobados con Estados Unidos, Corea del Sur, y
otros, todos apuntan a la desestabilización de la producción interna, debido
que el gobierno nunca preparó un plan de contingencia para atender lo que se
veía venir. El campesinado nacional no cuenta con una verdadera política
subsidiara, especialmente para las líneas más vulnerables como la panelera,
cacaotera o cafetera. Llegó la hora de asumir esta obligación.
La
irresponsabilidad de quienes dirigen al país sale a flote. La solución no es
poner a trabajar al Esmad, sino sentar una postura responsable, concertada y
justa en favor de la gente de ‘manos callosas’.
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