Por: Iván Antonio Jurado Cortés
El departamento de Nariño es una de las treinta y dos jurisdicciones territoriales que conforman la República de Colombia, ubicado geográficamente al suroccidente del país; con una extensión aproximada de 32.268 km cuadrados y una media de 1.700.000 habitantes, Nariño es una de las zonas con mayor atraso socioeconómico. Mientras el promedio nacional de pobreza multidimensional es de 50%, este rincón de la patria sobrepasa el 69% (DANE 2005), afectando drásticamente el nivel de vida de miles de nariñenses.
No se puede entender como un departamento con un suelo rico en minerales, con todos los pisos térmicos existentes en el planeta, cordillera, costa, llanura, selva y una exuberante riqueza en biodiversidad sea uno de los más pobres de la nación. No cabe duda que la cultura ha sido una de las cualidades sobresalientes ante el resto de Colombia y el mundo; sin embargo no ha sido suficiente para emprender desarrollo; por el contrario, la historia nos enseña que desde el inicio esta tierra ha sido estigmatizada por los gobiernos centralistas de turno, empezando con la campaña libertadora de Simón Bolívar pasando por la recalcitrante guerra de partidos hasta las nocivas directrices neoliberales de la actualidad. Lógicamente que la clase política también es cómplice de la cruda realidad social de este encantado terruño a órdenes del capitán Galeras y el embrujo del Mar de Balboa.
A nadie le gusta ser ‘cenicienta’ de nadie, mucho menos ser ‘idiota útil’ de ‘vivos’ que le apuestan a vivir del fracaso y de los errores ‘bobos’ cometidos ingenuamente o por omisión. Obviamente que el diseño estatal y la misión política nacional, en ningún momento apunta a fortalecer y reivindicarse con el anonimato de esta silenciosa comunidad multiétnica. No se puede continuar admitiendo la negligencia de algunos paisanos que representan los intereses del departamento cuna de la “Morada al Sur” ante el congreso de la República. Nariño necesita urgentemente corregir de manera estructural el actuar político desde el ámbito nacional hasta lo regional y local. La asombrosa cifra de desempleo (25%) es una voz de alerta respecto al doloroso llamado que hace la población sureña sumida en el más profundo sueño del olvido, que ha propósito en las dos últimas décadas se convirtió en el sitio predilecto para el desarrollo de actividades delictivas en todos los aspectos.
Con la aprobación y puesto en marcha de la Ley de Regalías, nuevamente renace la esperanza de este patriótico pueblo ocultado bajo la tormentosa sombra del abandono gubernamental. Al inicio los recursos destinados para el departamento sobrepasaban los 400 mil millones de pesos anuales, posteriormente y como consecuencia de presiones elitistas e intereses centralistas esta suma bajó prácticamente hasta la mitad; sin embargo no dejan de ser importantes, entendiendo que anterior a esta legislación solo se contaba con las transferencias del Sistema General de Participaciones y las entradas propias provenientes del tabaco, aguardiente, lotería y chance, limitando considerablemente las inversiones y ejecución de proyectos en todos los sectores. Ahora con estos dineros ‘extras’, lo único que queda es encaminarlos de tal manera que entren a resolver necesidades específicas que nunca antes se suplirían con las diezmadas transferencias. Existe la ingrata experiencia de algunos departamentos que hasta hace días atrás tuvieron la oportunidad de manejar miles de millones de pesos motivo de regalías y realizar sin número de obras en pro de sus comunidades, pero lastimosamente la corrupción, negligencia e indolencia de sus propios habitantes permitieron que todo se quedara en manos de algunos sinvergüenzas gobernantes y empresas destinadas a trabajar para el enriquecimiento ilícito.
Prevenidos con lo anterior y confiando en las buenas intenciones del gobernante regional y los locales, se prevé que esta ‘platica caída del cielo’ sea optimizada en su totalidad en apalancar proyectos de talla subregional priorizados por los mismos ciudadanos producto de necesidades sentidas en cada uno de los 64 municipios. No cabe duda que es una gran oportunidad para que el departamento de Nariño empiece a levantarse al estilo ‘ave fénix’, prácticamente desde las cenizas. Obviamente que no solo es responsabilidad del gobernador o alcaldes municipales, sino de los entes de control, justicia y de toda la ciudadanía sufrida y sedienta de progreso y desarrollo. Es la única carta que queda y por ende se la debe jugar excelentemente, siendo un gran reto para estas nuevas administraciones.
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