Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Es oportuno realizar un profundo análisis de las determinaciones que los colombianos puedan tomar en torno a las elecciones de autoridades locales y regionales. Una de las grandes ventajas que brinda la Constitución Política de nuestro país es el derecho que tienen los ciudadanos de elegir libremente a sus representantes o gobernantes; lastimosamente, este mandato democrático ha sido mal interpretado por un significativo número de individuos, partiendo desde la apatía hasta el desconocimiento de los derechos constitucionales.
No cabe duda que los mecanismos logísticos, técnicos y tecnológicos han incursionado en todos los sectores de la sociedad, incluyendo el sistema electoral; permitiendo con esto brindar comodidad, confianza y mayor privacidad al momento que una persona realice el sufragio. Sin embargo, aun se sigue cometiendo errores en la organización de esta vital actividad. Pero lo preocupante de todo el proceso, está en la actitud del elector y el interés del elegido. No se puede negar la miopía Estatal relacionada a este importante tema, conllevando directamente a negativas implicaciones para el desarrollo de una sociedad.
Aunque en el plano jurídico existen suficientes reglas para contrarrestar y sancionar cualquier accionar mal intencionado de los candidatos o constituyente primario, por lo general estas nunca se han puesto en práctica, provocando irrespeto hacia la autoridad, incredibilidad de la ciudadanía y facilitando comportamientos antisociales detractores del desarrollo integral. Nadie puede desconocer que una de las causas más importantes para que muchos ‘votantes’ lo hagan mal, es su pobreza física y mental. Y lo irónico de esto, es que esa gran parte define el destino de una población a través del voto. Existe un dicho popular: “el que monta manda, aunque mande mal”, desafortunadamente es lo que actualmente se vive en nuestra amada Colombia.
Ya está organizada, patentada y proyectada a muchos años una élite programada genéticamente para gobernar a un Estado de humanos en posición letárgica, miserablemente esperanzados a una limosna.
No se puede admitir que el de ‘corbata’ mande mal y el sumiso de ‘ruana’ obedezca bien, sabiendo que el arma poderosa para cambiar la imperatividad de procesos políticos humilladores, arrogantes y estafadores del erario público es el voto. Desafortunadamente no existe en el momento la suficiente capacidad analítica de la mayoría del potencial electoral para tomar decisiones en favor del propio bienestar. No nos olvidemos que gracias a esos votos ingenuos, comprados, coaccionados o equivocados, muchas sanguijuelas sinvergüenzas se han enriquecido y hoy ostenta el título de ‘doctores’, protagonizando sendas reuniones sociales en los mejores clubes y bajo los calores provocados por importados whiskys determinen políticamente por las masas, dueñas del poder y que desgraciadamente lo desconocen por ignorancia, desidia o cobardía.
Otra fuera la historia, si la lógica democrática funcionara dentro de la normatividad; haciendo uso del voto, castigando a dirigentes tóxicos para la humanidad y premiando a otros inyectados de suficiente energía y capacidad en administrar los intereses de sus representados. No se debe desconocer el importante significado de elegir bien a través del voto, ya que esto permite tomarse el poder en pro de los intereses populares y siempre tener el control político del gobierno. Experiencias para aprender, las sublevaciones sociales en Ecuador, Chile, Brasil, Venezuela y otros en vía de renovación gubernamental. Finalmente comparto un fragmento de Bertolt Brecht: “…No sabe, el imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos, que es el político trapacero, granuja, perverso y servil de gobiernos ineptos y corruptos, y de empresarios locales, nacionales y multinacionales”.
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