Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Con la puesta en marcha del TLC con Canadá y otros tratados que están por acordarse, mucha es la preocupación que crece entre la mayoría de los pequeños y medianos productores de los campos colombianos; ya que mucho de los productos que ‘silvestremente’ se cosechan en nuestro país, en su mayoría se consumen tal cual salen de las fincas; hecho por el cual, la transformación de los mismos con miras a posibles exportaciones implicarían inversiones que por el momento ni el productor, ni el gobierno están en condiciones de asumir.
La irresponsabilidad del Estado colombiano en este aspecto es cada día más notoria, ya que está “ensillando el burro antes de comprarlo”. Para llegar a ser ecuánimes y justos con todas las formas de producir, se debe empezar por una reestructuración profunda con todos los mecanismos e instrumentos de la producción nacional. En su orden, la academia colombiana, llámese SENA, centros de formación técnica, tecnológica o en su defecto universidades dedicadas a este fin se cualificarían aún más y se fortalecerían curricular y económicamente en todos sus componentes con el objeto de fomentar la investigación y ponerse a la vanguardia de la ciencia. Posteriormente, las políticas bancarias se deberían ajustar a las necesidades y condiciones de la gran masa de la producción campesina, brindándoles garantías necesarias tanto en la motivación como en el apoyo económico coherente al poder adquisitivo de los implicados. Finalmente también entra a juego lo que por mucho tiempo los gobiernos nacionales han esquivado y que, hoy puede ser definitivo para una desarrollo integral del campo, y es la famosa ‘Reforma Agraria’.
Obviamente que lo anterior conlleva a un tiempo prudente, de tal manera que permita generar preparación, concientización y confianza inversionista entre todos los que entrarían a hacer parte de la cadena productiva colombiana. Actualmente es preocupante que se empiecen a firmar compromisos comerciales con países, que por lo general son extremadamente exigentes en los protocolos de producción y comercialización de productos, especialmente los de índole agropecuario.
Dada las condiciones actuales, el panorama que se vislumbra en Colombia no es nada alentador, más bien es amenazante para miles de hogares campesinos ya que por ningún lado se observa la voluntad política gubernamental para llevar a feliz término este determinante suceso. Por el contrario, se ha aprovechado la situación impotente, vulnerable y confusa del minifundio colombiano, que a propósito alberga el 90% de los campesinos nacionales para realizar importantes y peligrosos montajes de infraestructuras concernientes a la agroindustrialización. Motivo por el cual, ya se han movido millonarias cifras de dinero en pro de prepararse y hacerle frente a los tratados de libre comercio que vienen rapantes en contra de una cultura y producción en su mayoría artesanal, que durante siglos ha sido el motor de sobrevivencia de millones de familias colombianas.
Los TLC, especialmente con países desarrollados, solo permitirán robustecer a los grandes inversionistas y terratenientes, ya que estos son dueños del 53.5% de las tierras fértiles de nuestro país. Además que la banca colombiana no tendría inconveniente alguno en realizar créditos para estos fines, mientras que la totalidad de los productores artesanales y de subsistencia, no les quedaría más remedio que someterse a la voluntad y merced de los ‘caciques’ de los campos colombianos. Labor que el Gobierno Nacional viene haciendo a la perfección, emitiendo Leyes, Resoluciones, Decretos, en fin; todo con el fin de acobardar y arremeter sin pudor contra el campesinado nacional. Caso concreto tenemos la Res. 779/06 que el próximo mes pondrá en cintura a más de millón y medio de paneleros; de igual modo los lecheros, ganaderos y otros sectores agropecuarios. Sin desconocer que ya es un hecho las grandes extensiones de palma aceitera, madereras, caucheras y cacaoteras, propiedad de unos pocos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario