martes, 3 de mayo de 2011

BEATIFICACION DE UN HOMBRE SANTO JUAN PABLO II EL GRANDE ¡SUBITO SANTO! ¡SANTO YA!

“TODOS PEDIMOS A DIOS……
Y DIOS COMO SIEMPRE CUMPLE, YA ES HOMBRE SANTO.
JUSTICIA Y VERDAD ENCARNADAS EN ÉL Y SU PONTIFICADO,
SE VUELVEN REALIDAD COMO CLAMOR DE TODOS
¡SUBITO SANTO!
¡SANTO YA!”

Aquel Papa que nos visitó ese pasado pero presente 4 de julio de 1986, nuestro Papa, aquel que no conocía mucho de nosotros, pero que desafió a todos por venirnos a visitar y ver y nos dio el privilegio de estar con él, disfrutarlo, nos abrió el camino para el progreso, a él le debemos el cambio que hemos experimentado, habernos transformado con su decisión de venir, de un pueblo fantasma y sumido en la pobreza y en la oscuridad a una ciudad con futuro.

Si, vino su Santidad Juan Pablo II, y habló en un lenguaje perfecto y nos dijo “quería venir a esta tierra probada muchas veces por la naturaleza y por Dios, merecían que viniera a verlos, a estar con ustedes, sabed que la iglesia está con vosotros y yo con  ustedes y ustedes en mí.”

Muchos lo llamaron a su Santidad Juan Pablo II el colosal, el grande, el papa magno, aquel que dignifico con su sufrimiento la enfermedad y pidió que lo dejasen morir en paz, serenamente y con esos hechos dio una lección de dignidad, dignifico la vejez en una sociedad exhausta de sí misma sin valores y hedonista.


 Quienes lo tuvimos cerca y le conocimos, sentimos, vivimos y quisimos, jamás podremos olvidar aquella mirada siempre jovial, entusiasta, sin límites, limpia, profunda, acogedora, solidaria, tenía algo mágico este hombre, contagioso algo más allá de su habito blanco, poseía un hermetismo especial, un magnetismo arrollador, inconmensurable, era un hombre de una personalidad desbordante carismática, fruto de haberse hecho así mismo, solo ante el mundo él y su vocación. También era un líder con sus aciertos y errores  con enormes virtudes y probablemente fragilidades, no fue un político, pero muchos lo trataron y tacharon como tal.

Juan Pablo II, fue un hombre extraordinario que dirigió la iglesia en un tiempo extraordinario, difícil y desorientado, infatigable viajero, proverbial y excelente comunicador, hacedor de puentes, luchador incansable por construir la paz, abanderado de la libertad,  de los derechos humanos, son algunas de las cualidades que forjó con tenacidad de hierro y ferro cosa. Su inmensa espiritualidad desarmaba a cualquiera, no había tiempo ni límites en su inmersión en la oración, el tiempo se detenía en la oración con él.

Sin miedo, con pulso firme marcó el devenir inmediato de la iglesia que hoy rige uno de sus más estrechos colaboradores. Para unos conservador en los dogmas y en la moral, pero progresista en lo social, para otros un hombre de convicciones y voluntad de hierro, contestado por una minoría intra muros, pero amado y respetado por todos. Su magisterio llegó a todos los rincones y tenía uno de sus epicentros en la dignidad del ser humano como criatura de Dios mismo.

Juan Pablo II no tuvo miedo por ser una voz viva y objetiva, incomoda para algunos y verdadera para casi todos, pues no le tocaron momentos fáciles ni dentro de la propia iglesia ni fuera de ella, es el tiempo el máximo juez que redimensionará en su justa medida terrenal su magisterio y su ejemplo.

Fue un luchador infatigable por la paz, no le dieron el nobel de la paz pero fue muchas veces nominado, no importa, pero él fue es y ha sido el príncipe de la paz, del dialogo y el respeto mutuo, el grande, el viajero, el caminante entre montañas y valles del silencio y a la vez de multitudes, quien ha sido, sin duda, el personaje más importante y carismático del siglo XX.

Su voz, su mirada, honda y limpia, su fuerza, han sido un icono, una brújula para miles de cristianos pero también no cristianos, sobre todo jóvenes, que sentían un magnetismo enorme hacia este hombre que denuncio el comunismo, el materialismo, el capitalismo salvaje y el hedonismo de nuestro tiempo y de nuestros días.



NILO ANDRES DEL CASTILLO MINOTA. ESP
TUMACO, ABRIL 30 DE 2011 

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