Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Por estos días no existe lugar alguno donde no se comente el tema del momento: “La Paz para Colombia”, un anhelo que todo ciudadano colombiano tiene en su mente desde hace años atrás. Son más de dos generaciones que han pasado atentas a cualquier actividad que enmarque un hecho con el único propósito de lograr una solución al conflicto armado que vive el país.
No se debe olvidar que con la muerte del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán en 1948, sale a luz pública la estructura de una mafia que venía enquistada en el poder central de la política desde comienzo del siglo XX, deteriorando la posibilidad y la esperanza de consolidar un verdadero desarrollo integral de la sociedad nacional. Gaitán, un liberal de pura cepa, que nunca desconoció su procedencia pero tampoco se olvidó del mandato político para gobernar socialmente, fue asesinado por la élite y el poder que yacía en aquel tiempo, y en lo que hoy aún persiste en esta famosa oligarquía criolla.
Han pasado 64 años desde este histórico suceso, donde como consecuencia del inconformismo e impotencia de que las clases menos favorecidas no pudieran gobernar esta patria, surgen diferentes formas de expresar a los gobiernos de turno la necesidad de equilibrar las fuerzas de gobierno. Con esto no se manifiesta que haya sido la razón de la conformación de los grupos organizados conocidos como guerrilla, sino que fue el combustible para dar movimiento a una cantidad de sentimientos encontrados en pro de salvaguardar el interés de los humildes, oprimidos y económicamente pobres.
Lo anterior, no significa que todo surgió a raíz de este acontecimiento, solo que se formaliza una lucha armada enfocada en tomar una posición ideológica, para unos radical, para otros beneficiosa en favor del pueblo y los intereses netamente nacionales. Sin embargo, todo se sustenta bajo la estructura de mostrar a los gobiernos centrales y neoliberales que existen diferentes formas de pensar y hacer política, ya sea por la vía armada, diplomática o la más conveniente, la concertada con todos los actores sociales del país.
No se puede desconocer que la mayor causa para que los colombianos luchen y se desangren es y seguirá siendo la pobreza monetaria. Como se obliga a un ciudadano a poner en práctica un discurso de la ‘palomita de la paz’ sino ha podido resolver sus necesidades básicas. Actualmente el 75% de la población es pobre, sin proyección a corto o mediano plazo de sobrepasar esta línea. Sumado a esta gran causa justa para que hoy en Colombia exista revolución social o armada y por ende violencia, también está el sistema de régimen presidencialista con exagerado poder, donde el legislativo y judicial quedan a merced del ejecutivo; finalmente la política bancaria e invasión de empresa extranjera sin ningún control arancelario y de producción encabezan la serie de causas originarias de la guerra civil que ya es endémica en esta sociedad de la tierra del “Corazón de Jesús”.
Hoy se habla nuevamente de conversaciones de paz, y en esta oportunidad con el grupo subversivo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC siendo uno de los conjuntos armados de mayor jerarquía y experiencia por la lucha de clases y poder. Con esta agrupación guerrillera es la tercera vez en la última década que intentan sentarse y hablar con el gobierno, sin embargo en las pasadas todo ha terminado con un simple saludo a la bandera, conllevando a fomentar el escepticismo y marchitar una ilusión deseada por toda la ciudadanía. En esta ocasión, se observa voluntad por parte de los interesados. Lógicamente a medida que avancen los diálogos se irá observando si aviva la esperanza o por el contrario aterrizamos de una vez por todas entendiendo que nuestra Colombia es ingobernable y que, por tanto es inviable el sistema presidencialista descartándolo de tajo y pensando en gobiernos incluyentes- participativos, donde sea el verdadero pueblo el que determine las pautas políticas en beneficio de su propio bienestar.
No cabe duda que el principal tema a discutir será la tenencia de la tierra, hasta el momento un tema oculto entre las políticas neoliberales, solo lo debaten cuando necesitan instalar concesiones a multinacionales o implementar proyectos productivos en beneficio de la élite, más no para solucionar la productividad de millones de nacionales que sustentan su vida de la actividad agraria.
Es verdad el hecho de que en algún momento las FARC decidan hacer la paz, no todo cambiará, solo que se abre un ventana para emprender una formalización de procesos de paz con el resto de grupos subversivos fundados por razones ideológicas y por supuesto con los otros de carácter netamente comercial, como bacrines, bandas organizadas, en fin… por lógica matemática si se llegase a terminar la violencia por parte de esta guerrilla y gobierno, sin pensarlo el procedimiento parar los demás grupos armados por fuera de la legalidad es más fácil, ya que no tendrían el ícono de una lucha por la igualdad y justicia social, y todo se enfocaría y revestiría con el manto de delincuencia organizada sin ningún valor altruista ni mucho menos reconocimiento político.
Es un gran momento para observar voluntades y compromisos por parte de los negociadores. Deben desprenderse de posiciones radicales y estar dispuestos a escuchar el clamor el pueblo sufrido, y no de intereses capitalistas que mucha tajada han sacado de esta sanguinaria guerra. La expectativa es demasiado grande, porque en este episodio a comparación de los anteriores, se nota diferencias empezando con el discurso de los protagonistas, la estructura de los temas y por ende reconociendo los errores cometidos en el pasado. Prácticamente arrancan con una línea base consolidada por desaciertos, pero jalonada con indicadores optimistas y de mucha responsabilidad. Es una esperanza que revive…
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